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THE BAXTER JOURNEY

EXISTE UN INSTANTE, SUAVE COMO EL MURMULLO DEL TERCIOPELO, EN EL QUE EL TIEMPO PARECE DETENERSE. ES EL INSTANTE QUE PRECEDE A LA SALIDA, CUANDO EL TREN SE DISPONE A MOVERSE Y TODO A SU ALREDEDOR SE TIÑE DE UN ROJO PROFUNDO.

«The Baxter Journey» nace de aquí: del deseo de transformar el viaje en una experiencia estética, sensorial, casi onírica. Un tren que transporta sueños, visiones y atmósferas. Un tren que cruza ciudades y estilos de vida, llevando consigo la filosofía de una marca que ha hecho de la materia y del tiempo su lenguaje.

«The Baxter Journey» nace de aquí: del deseo de transformar el viaje en una experiencia estética, sensorial, casi onírica. Un tren que transporta sueños, visiones y atmósferas. Un tren que cruza ciudades y estilos de vida, llevando consigo la filosofía de una marca que ha hecho de la materia y del tiempo su lenguaje.

The Baxter Journey

Los carruajes resplandecen bajo la tenue luz de una mañana invernal. En el interior, baúles y maletas esperan en una esquina. El nombre en la etiqueta está escrito a mano. Todo evoca una nueva forma de vivir el espacio: las costuras cuidadas, las curvas armoniosas, las vetas del mármol, la suavidad de las superficies que invitan al tacto y a la tranquilidad. Los tonos cálidos, el aroma a cuero y el brillo del metal que captura el movimiento del paisaje envuelven a los que suben a bordo en un abrazo íntimo y elegante.

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El viaje comienza en Milán, ciudad de origen y de espíritu innovador. En medio de la arquitectura moderna y los patios escondidos, Baxter encuentra sus raíces: la cultura del diseño italiano, la belleza que nace del contraste, la pasión por la forma y la materia. Aquí el tren cobra vida, se carga de energía y avanza lentamente hacia el horizonte, donde la niebla se disuelve en luz.

Luego, Londres. Una parada que respira historia y contemporaneidad. El tren se desliza por antiguas vías, se detiene bajo un cielo de nubes que fluyen como pinceladas de plata. Las puertas se abren a una ciudad que mezcla tradición y audacia. En los compartimentos del Tren Baxter, el color rojo se entrelaza con el blanco de la nieve que cae tras las ventanillas. El terciopelo se fusiona con la madera, y el clasicismo se convierte en modernidad sin perder su esencia. Cada ambiente es una sala de estar itinerante, un lugar donde el diseño se convierte en experiencia.

Por último, Shanghai. La ciudad de la velocidad y la metamorfosis, donde el futuro ya está presente. El tren se refleja en los rascacielos de cristal, en las luces que nunca duermen. Aquí, Baxter encuentra una nueva dimensión: el diálogo entre Oriente y Occidente, entre materia y luz, entre quietud y movimiento.

El viaje no se acaba. El Tren Baxter continúa su recorrido silencioso a través de los continentes, tocando ciudades lejanas y diferentes. Cada parada es un encuentro, cada panorama una nueva inspiración, como si el tiempo se dilatara para acoger la infinita variedad del mundo. En el silencio que sigue a la llegada, queda la sensación de haber vivido algo único: no solo un trayecto, sino una experiencia. Porque el verdadero lujo no es el destino, sino lo que sucede a lo largo del camino: la luz que cambia, el ritmo que se ralentiza, el descubrimiento de una nueva forma de vivir. Y mientras el tren se aleja, bajo la estela de humo que marca su paso, persiste un leve eco: el de un viaje que continúa, incluso a puertas cerradas, incluso con los ojos cerrados.