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UNA BALADA SALENTINA

BAXTER PRESENTA EL QUADERNO DI VIAGGIO SALENTO 2025

Baxter presenta su nueva Colección Outdoor y Open-Air a través de un libro distinto al catálogo tradicional.
Este volumen ofrece una profunda exploración sensorial y material, arraigada en el paisaje de Salento para inspirar el diseño Outdoor y Open-Air.
El proyecto pone el acento en la investigación de los materiales, garantizando la unicidad y durabilidad de las piezas de la colección.

Cada tierra canta.
Pero el Salento canta despacio.
Hay que detenerse, despojarse, callar.
Solo entonces te abre la piel.
Te entra en los huesos como la sal marina.

LOS AROMAS

Aquí hay un aroma que te sigue a todas partes. Es el olor de la piedra calentada por el sol, de la cal viva, de la higuera madura, del olivo centenario. Dentro de las estancias antiguas flota un sutil aroma de cera de abeja, hierro, pan cocido al horno de leña.
Cada ambiente parece guardar la memoria de los gestos cotidianos: una taza aún caliente sobre la mesa, una cortina que huele a lavanda y viento. En el campo soleado el olor es más áspero: polvo rojo, sal, hierbas silvestres que el calor hace estallar.

LOS SONIDOS

Sonidos que no se oyen. Como el de un silencio que pesa pero no oprime. Dentro de las casas, solo se percibe el crujido de la madera, el rumor amortiguado de los pasos en el suelo, el leve roce de la cortina. El tiempo parece haberse retirado, como un mar lejano. Cada espacio aparece suspendido: ni lleno ni vacío, simplemente en espera. Y cuando llega un sonido –un tambor lejano, un campanario, una puerta que se cierra– es como si hablara en nombre de todo lo que ha quedado.

LA LUZ

Aquí, la luz es feroz. Esculpe las calles, quema los olivos, transforma los rostros en máscaras antiguas. Entra por una ventana entreabierta, rebota en los suelos de piedra y se extiende por las paredes como un aliento lento. Al amanecer se insinúa silenciosa, dorada como el aceite, mientras que al mediodía parte el blanco de los muros y revela cada imperfección. En las habitaciones esculpe los vacíos, acaricia objetos olvidados, transforma el polvo en poesía. No solo muestra las cosas. Las interroga. Las desnuda.

LAS FORMAS

También las formas cuentan. No gritan: susurran, conviven, resisten. En la masseria, las geometrías son sobrias: arcos plenos, espesores generosos, formas esenciales que parecen nacidas de la arena y del sol. Los interiores están vacíos solo en apariencia: cada habitación respira, acoge, conserva el ritmo lento de quienes la habitaron. A pocos kilómetros, el barroco se retuerce como un pensamiento febril, un exceso necesario. Hambre de belleza. En las fachadas de iglesias y palacios, las formas se contorsionan en una danza sin fin: ángeles, flores, grifos, marcos y volutas que parecen hablar. Dos mundos solo en apariencia distantes.

LOS COLORES

Absorbidos por el tiempo, opacados por el sol y estratificados por el polvo. Colores que no gritan, pero permanecen. El blanco nunca es puro: está manchado por la luz, el viento, la sal. Es un blanco que respira. La piedra es amarillo miel, rosa antiguo, ceniza clara. Cambia cada hora. El hierro se oxida y se vuelve óxido, la madera se desvanece en grises cargados de historia. Dentro de las estancias los colores están suspendidos: cuero oscuro, cortinas veladas, el azul desvaído de una manta, el amarillo cansado de una pared gastada. Todo parece filtrado por una memoria que no quiere borrarse. Afuera, en cambio, tierra roja, hojas de olivo color ceniza. Y el cielo, que cuando se despliega, lo hace en azules profundos como el silencio.

El Salento no se deja contar de una sola vez.
Se aprende como una lengua antigua,
palabra por palabra, silencio tras silencio.
No hace falta entenderlo todo.
Basta con quedarse.
Sentarse donde el tiempo se ralentiza,
tocar con los ojos,
respirar sin prisa.

PHOTO CREDIT Andrea Ferrari